Informe nº 1: INTRODUCCIÓN

Explicación del nombre del blog:No es necesaria. Ya pronto lo entenderá.(¿Notó que sólo usé una vocal, la a?)
Génesis:

La elección largamente rumiada iba agregando opciones a medida que los días pasaban .
Desarrollo:
Primero fue una sola opción: VOY A IR A UN GIMNASIO, porque esto de que no me entre la ropa, ya me está creando una angustia existencial de dimensiones insospechadas.
Pero las dimensiones de mi angustia existencial, al parecer, no eran tan importantes, porque, en el fondo de mi corazoncito, yo sabía que si encontraba uno a gusto, iba a empezar a encontrar excusas diversas, en general muy creativas (porque yo soy muy creativa, eso sí, para todo, y, en especial, para las excusas) para ir una vez sí y dos no. Con la consiguiente carga de culpa generada por semejante derroche de dinero. La cual culpa tendría que ser apaciguada consumiendo peligrosas cantidades de turrones, bizcochos de grasa y mantecol, que provocarían nuevos expandimientos dimensionales a nivel corporal.
Entonces, surgió la segunda opción:
VOY A ESCRIBIR ALGO, pensé, con íntimo regocijo. Pero también pensé, con íntima frustración, que no es posible publicar sin gastar dinero en costosas impresiones, distribución y publicidad, y sin tener que frustrarme recibiendo infinitos rechazos de editores. Así que no hacía nada.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Sección VIDA ACTUAL: Internet, mi nick y yo

Pareciera que el mundo hoy se dividiera en dos categorías: la de los que chatean y la de los que no. Esta es otra de las modificaciones que introdujo Internet en nuestra vida, aparte de la inmediatez, la porno en casa y el Google.

Aunque, en rigor de verdad, habría una tercera: la de los que chatean pero sin adoptar las mismas reglas de los que "sí con todo". Y cuando digo "con todo", me refiero a los usos, los códigos y los tics.


Yo pertenezco a esta última no categoría. Hace casi diez años que chateo, y añun hoy no puedo hacerme a la idea de colocarme un nick como "Sos una mierda, sabelo", o "Mañana no tengo clase, vivaaa" o "Viejo, dale, prestame las llaves"o "El Evatest me dio negativo, iujuuuuuu".



Pero, a veces, pienso que la vida nos sería más fácil a todos si anduviéramos con un cartel colgado del cuello, que cambiáramos cada día, donde informáramos de nuestro estado de ánimo (Estoy podrida de ir a trabajar) o de nuestra situación amorosa (Desgraciado, te fuiste con esa yegua), o nuestras querellas personales (Dale, tarado, decímelo en la cara), o nuestras preocupaciones financieras (No tengo la guita para la cuota de la hipoteca todavía), de nuestros sentimientos de amor no expresados oralmente (Mi amor, sos lo mejor que me ha pasado en la vida).


El interlocutor del momento sabría a qué atenerse respecto de nuestro estado anímico y no se sorprendería si contestáramos con un gruñido a un saludo afectuoso. Y el que teme ser sableado, huiría a tiempo.Y el objeto de nuestro amor no tendría que estar semanas sentado mordiéndose las uñas frente al chat, con el teléfono celular en una mano y el de línea en otra mano, esperando una declaración. Porque el que ve en el chat un nick apasionado, pero sin el nombre del destinatario, en general, no se da por aludido hasta que la declaración se hace personal, es decir, con el nombre propio refulgiendo como un letrero luminoso. Y el remitente, generalmente, no es tan arriesgado como para poner ese nombre a la vista de sus otros cuatrocientos contactos, por las dudas puediera ser rechazado. Apasionado, sí. Tarado, no. El problema se da, pienso yo, cuando hay más de un posible destinatario esperando la declaración y uno, justo el que no es, se apresura a responder.


Ahora bien: dentro de la categoría "sí, chateo", hay varias subcategorías. Están los que ponen versos de canciones como nick, cuando consideran que ellas representan sus propios pensamientos en forma más elegante. Lo cual no está mal, para mí, porque,en última instancia, esa es la función del arte: poner en palabras o imágenes o sonidos lo que no todos podemos expresar. Por eso, yo le regalo un CD con un Concierto de Paganini a mi amiga Raquel, y no a mi sobrino Iván. A cada uno, le regalo lo que sé que va a disfrutar y además le hará saber que comparto su gusto Aunque tal vez no me guste lo que le regalo a mi sobrino pero me hace feliz saber que él lo apreciará.


Los chicos (jóvenes, adolescente, pre-púberes) de ahora lo hacen con toda libertad, y no es raro oir decir a una adolescente:


-¡Ayyyyy, mami, es un divino! ¡Me escribió una canción!


Y la madre, que es una antigualla que todavía no comparte muy bien todos los códigos actuales, (pero que no se aterra ante la perspectiva de que su hija se líe con un artista porque ella una vez estuvo enmorada de un músico), se emociona pensando:


-¡Mi hija con un poeta!- mientras se enjuga una lágrima subrepticia con un post it que sacó del monitor (las madres de ahora no siempre usan delantal de cocina, que es muy útil para estos casos).


Y se pone a leer emocionada una canción que le suena escandalosamente a Luis Miguel. Entonces recuerda que los chicos de ahora no diferencian "me escribió" de "me transcribió", y que para ellos tiene casi el mismo valor una acción que otra. Lo cual me parece genial, porque cuando yo era joven, muchos jóvenes dedicaban tiernos poemas de Bécquer, o Neruda, o José Asunción Silva, sin aclarar el origen, pero eran duramente tratados si alguien, un poco más ilustrado, notaba y denunciaba la superchería. Cortando así, de raíz una relación que podría haber sido dichosa.


Creo que en la actualidad, si fuera posible hacerlo, un ranking de popularidad mucho más verosímil que los discos vendidos, para los autores de canciones, sería el de cuántos nicks se adornan con frases de sus canciones. Y mostraría este ranking, también, cuán bien han comprendido y expresado los sentimientos de sus admiradores. Al punto de que los han hecho propios y los han ofrendado al objeto de su amor.


Otra subcategoría la constituyen los que incluyen frases célebres (generalmente sin indicar el autor) sobre temas generales, es decir, no personales. Me atrevería a decir que algunas frases del Che van ganando por mucho. Pero también hay otras, en nicks de autorìa propia de personas que ya no entran en la clase "chicos", que suelen tener diversos tintes: optimistas algunas, pesimistas otras, a favor de distintas corrientes políticas otras. Artaud, Baudelaire, Discépolo, Bakunin, aparecen cada tanto también. Y las humorísticas, que a su vez se dividen en groseras y elegantes.


Tengo una contacta que todos los días cambia su nick. Siempre son inteligentes, agudos, originales. Aunque ella tiene una gran ventaja: trabaja en una biblioteca y tiene a su alcance cientos de libros para sacar material. Las más de las veces son divertidos u optimistas, pero a veces son tristes, cuando no beligerantes. Y tienen la cualidad de modificarme el ánimo. Si veo que es positivo, me alegro, por ella y, de paso, por mí. Si está enojada le pregunto y trato de calmarla, cosa que casi nunca logro. Si es triste, me deprimo por mí y me preocupo por ella.


El de hoy decía lo que se ve en la imagen de arriba: "La peor forma de extrañar a alguien es estar sentada a su lado y saber que nunca lo podrás tener." ¿No es algo desgarrador, que moviliza y desentierra profundos dolores supuestamente superados? ¿Quién no ha vivido alguna vez algo así? ¿No es para preocuparse por alguien que ha escrito algo así?


En fin. Creo que no he agotado la enumeración, pero estos temas me llaman mucho la atención. Algún día seguiré con este tema, y traeré algunos ejemplos reales.































Sección EMPRENDEDORES: Isolina y los concursos

Cuando Isolina quedó viuda, tan joven, pobre, se acostumbró a paliar sus soledades nocturnas escribiendo cartas para enviar a los concursos de la TV y demás medios.

Pero cuando, calculadora mediante, descubrió que en pocos meses ya llevaba gastados 3.480$ en sobres, estampillas y lapiceras, se quiso morir. Sobre todo ante la indiscutible evidencia de que, a pesar de tanta inversión, no había ganado ni el auto de Susana, ni el departamente de los fideos Pastichoti, ni el ciclomotor de Crónica, ni los Números de la Familia, ni el TV Bingo, ni nada.Entonces decidió que era hora de empezar a sacar algún rédito de los concursos. Empezó por el barrio. A los quince días tenía cinco clientes. Al mes, diez. Porque, como se sabe, hay mucha gente que desea participar en los concursos pero no tiene tiempo o ganas de escribir y mandar cartas.Entonces ella, por una pequeña cantidad fija por cada una, mandaba a nombre del cliente la cantidad de cartas que él quería.
Empezó escribiendo hojas a mano y fotocopiándolas, para luego pegarlas como sobres, que despachaba por correo.Cuando, a poco andar, el negocio creció, se compró su fotocopiadora y consiguió descuento por envíos grandes en un Correo Privado.Más adelante, se compró su propia camioneta postal, y quince fotocopiadoras más, además de toda la producción de una fábrica de papel .La módica empresa original devino en una sociedad anónima, que excedió primero la ciudad, luego la provincia, y después se extendió a todo el país.Pero un día, el asesor de marketing comentó preocupado con el gerente de comercialización que el ritmo de crecimiento estaba decreciendo. Y que sería necesario intensificar la promoción. Razón por la cual, el gerente lanzó con bombos y matracas, un concurso cuyo premio era un viaje a las Bermudas con estadía por diez días, con desayuno, para dos personas, y un velero de 30.000U$S.Por supuesto, todo el país quiso participar. Así que el trabajo de la Empresa aumentó considerablemente, cosa que puso exultante al gerente de comercialización, el cual, por supuesto, también pidió aumento de sueldo, un despacho más grande con vista al río, y alfombra de pared a pared.
Pero Isolina no era feliz. La prosperidad estaba bien, pero ya no vivía la emoción que los concursos de antaño le producían.Se iba marchitando en el lujoso palacete post-moderno, mientras, de su dueña seguro olvidados , se cubrían de tierra y telarañas, en un espacioso garage post-moderno, dos motos japonesas y un auto alemán, todos 0 KM.También la piscina estaba desierta, y la cancha de tenis, y el salón de baile para 500 personas.
Hasta que llegó de visita un día su nietito, comiendo un chocolatín. Tenía el envoltorio en su mano gordita, y se lo ofrendó a Isolina. Ella leyó que en él decía :"Si me enviás a esta dirección con tus datos, podrás participar en el sorteo de una fabulosa pelota de plástico".
Entonces Isolina sonrió, por primera vez en largos meses, y le dijo al niño :"Venga, mi amor. Vamos a buscar un sobre".


Este es un cuento de Silvia Ele, y la imagen es de Art Renewal Center