Informe nº 1: INTRODUCCIÓN

Explicación del nombre del blog:No es necesaria. Ya pronto lo entenderá.(¿Notó que sólo usé una vocal, la a?)
Génesis:

La elección largamente rumiada iba agregando opciones a medida que los días pasaban .
Desarrollo:
Primero fue una sola opción: VOY A IR A UN GIMNASIO, porque esto de que no me entre la ropa, ya me está creando una angustia existencial de dimensiones insospechadas.
Pero las dimensiones de mi angustia existencial, al parecer, no eran tan importantes, porque, en el fondo de mi corazoncito, yo sabía que si encontraba uno a gusto, iba a empezar a encontrar excusas diversas, en general muy creativas (porque yo soy muy creativa, eso sí, para todo, y, en especial, para las excusas) para ir una vez sí y dos no. Con la consiguiente carga de culpa generada por semejante derroche de dinero. La cual culpa tendría que ser apaciguada consumiendo peligrosas cantidades de turrones, bizcochos de grasa y mantecol, que provocarían nuevos expandimientos dimensionales a nivel corporal.
Entonces, surgió la segunda opción:
VOY A ESCRIBIR ALGO, pensé, con íntimo regocijo. Pero también pensé, con íntima frustración, que no es posible publicar sin gastar dinero en costosas impresiones, distribución y publicidad, y sin tener que frustrarme recibiendo infinitos rechazos de editores. Así que no hacía nada.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Sección DIVULGACION CIENTIFICA: Malos recuerdos


El 29 de diciembre, en el diario Página/12 se ha publicado interesante y extensa nota sobre los más importantes descubrimientos científicos del año 2007.
En la segunda página, a cuatro columnas, se enumeran como chiquicientos items, y cada uno de ellos, por sí solo, daría tema para varias páginas de escritura en Arial 8, interlineado sencillo.


Por supuesto que recorté la nota y la encerré cuidadosamente en un folio de plástico porque pienso alimentarme de ella hasta el 29 de diciembre del 2008, en que, espero, salga otra nota similar con los nuevos descubrimientos.

De los primeros, el que más me impactó fue el que decía
"Comienzan a estudiarse drogas que borran los malos recuerdos".

¡Uaaauuuuuuu!!!!, pensé. Y empecé a pensar cuáles malos recuerdos yo borraría ni bien consiguiera las primeras pastillas que salieran a la venta.

Hice un somero recuento de los que más presente tenía, y luego de escribir la lista en los azulejos de la cocina (mientras revolvía con la otra mano el arroz para la cena), me puse a analizar detenidamente a cada uno ellos.

¿Del fracaso en la Universidad, el divorcio, las 52 pérdidas de distintos tipos, las 34 frustraciones afectivas (amigo/as, novios, parientes), las 39 frustraciones comerciales, y otras 800 amenidades, cuáles querría borrar?

Mientras tanto, el arroz se pegó, y empezó a quemarse, y mi cena quedó cual catedral sumergida en la pileta de la cocina.

Después, mientras tomaba mate y comía pan con manteca, para suplir la cena naufragada, (y de paso, hacer dieta), seguí repasando la lista.

Y me di cuenta de que no quería borrar ninguno, porque, de cada uno de ellos, había sacado una consecuencia positiva.


Ninguno había sido tan nefasto como para haberme producido sólo dolor, ni siquiera el de aquella vez que descubrí a mi novio Hilario besando a su secretaria. Porque, gracias a eso, lo mandé al infierno y empecé a sali con Macario, que era un amor, y me regaló un anillo de oro que después vendí para comprarme una cámara fotográfica.

De otros no había sacado beneficios materiales, pero sí sabiduría. Y algunos fracasos se habían convertido, con el tiempo, en posibilidades gananciosas.

Entonces pensé: "¿No sería mejor inventar una droga que permita convertir los malos recuerdos en vivencias positivas?".

Por ejemplo, uno iría a la farmacia y le diría al farmacéutico:"Hola, don Felipe. Déme un frasco de pastillas para la ruptura con mi novio Agustín." Y Don Felipe le daría un frasco de pastillas azules, con la recomendación de tomarlas en ayunas.

O podría ir al supermercado, a la góndola PARA MALOS RECUERDOS, y encontraría unas pastillas amarillas para los Fracasos en la Escuela. Y unos supositorios verdes para los Peleas con mi hijos, y unos inyectables en caja roja para las Vacaciones con mi suegra, y un jarabe rosado para la Navidad en que estuve solo/a.

No creo que haría falta la receta médica, porque ¿qué mal puede hacer algo que transforma cosas malas en buenas? ¿Transformar buenos en malos, tal vez? No se me hubiera ocurrido. Bien, será cuestión de ponerse a inventar el antídoto.